10 julio 2007


Valentine Penrose (La condesa sangrienta, 1962)

La Comtesse sanglante


Ediciones Siruela, 1996


Ilava estaba blanco. El castillo, cuadrado, emergiendo de entre la nieve, parecía preso en el hielo de sus fosos. Erzsébet, que había bajado de Csejthe para ir a Bicse, circulaba en carruaje por el camino real donde la nieve era menos espesa y que, al huir, cruzaban animalillos y pájaros de color marfil que lucían rayas y manchas rojas. En el coche, calientapiés y pieles de oso conservaban el calor de las mujeres amontonadas bajo prendas de piel. Erzsébet dormitaba, envuelta en pieles de martas enteras, erizada como un suntuoso animal engalanado para el invierno. Le disgustaba ir a esa boda, tener que vivir durante semanas la vida de una invitada de categoría a la que nunca se deja a su albedrío, rodeada de sirvientas extrañas que continuamente cruzarían por su cuarto. Sin contar a la anfitriona que podía visitarla inopinadamente. Iba tan disgustada, dando tumbos por el camino de Bicse, que sintió apuntar en sí la extraña advertencia que tan bien conocía, y que la ira o un deseo contrariado siempre habían provocado en los Báthory. Sin el menor pretexto, dio orden de que fueran por una de las jóvenes sirvientas que la acompañaban. Hasta precisó su nombre. En su semidelirio, veía siempre desfilar ante sus ojos los rostros de las jóvenes campesinas en que más se había fijado mientras se dedicaban a sus tareas en las habitaciones o en los patios. Por otra parte, siempre llevaba encima una lista de los nombres de estas muchachas. Pues, en un momento dado, era a ésta a la que tenía necesidad de sacrificar, y no a otra; y pronto.
La nieve, suspendida del cielo pero dispuesta a seguir cayendo, creaba ese ambiente propio del desierto, del invierno, de la montaña, donde todo es sólo estepa estéril, donde los límites se disuelven, donde desaparece todo sentimiento de responsabilidad. La muchacha llegó llorando. La empujaron dentro de la carroza, ante la Condesa, que se puso a morderla frenéticamente y a pellizcarla donde podía. Debió de ser entonces, como era frecuente tras tan crueles libertades, cuando la Condesa cayó en uno de esos trances que, precisamente, buscaba.
Mientras las damas de compañía rodeaban solícitamente a su señora, en medio de la habitual turbación, la joven campesina se escabulló fuera de la carroza, sin hacer ruido en la blanda nieve, y dejó borrarse en el horizonte ya gris de los cortos días invernales el maldito coche con su vampiro dentro. Permaneció así mientras caía la noche, a la que estaba acostumbrada, poniéndose nieve en las mordeduras, atemorizada sin embargo, escuchando si los animales de la llanura comenzaban a merodear. Pero ya en la lontananza del camino se había inmovilizado un bulto negro. De repente, hubo mucha agitación en torno al bulto, se encendieron antorchas. La campesina echó a correr y emprendió la huida por el campo. Pronto la cogieron y la llevaron de nuevo hacia el coche donde los lacayos, Dorkó y Jó Ilona la esperaban. Dorkó vociferaba. Pero la Condesa, inclinándose, le murmuró unas breves palabras al oído.
Cuando llegaron a las cercanías del castillo de Ilava, muy próximo, los lacayos fueron a sacar agua de debajo del hielo de los fosos, de entre los juncos que el invierno había secado. Jó Ilona le había arrancado la ropa a la joven sirvienta y la tenía, desnuda, de pie en la nieve, en medio del corro de las antorchas. Le echaron por encima el agua, que se le congeló instantáneamente sobre el cuerpo. Erzsébet miraba desde la portezuela de la carroza. La muchacha intentó débilmente moverse hacia el calor de las antorchas; volvieron a echarle agua. No pudo caer, al no ser ya más que una alta estalagmita muerta, con la boca abierta, que se veía a través del hielo. La enterraron al borde del camino, en el campo, bajo la nieve. Hundieron un poco el cadáver en la tierra, donde germinan los bulbos del tulipán silvestre y de la almizcleña azul que florecerán al llegar la primavera.

Pero, ¿qué decir del círculo mágico y qué esperanza puede haber en él, universo especial cerrado a contrapelo por antiguas llaves, con firmas de carbón que sellan, acuñan una y otra vez la mente para convertirla en una moneda de la naturaleza, tantas veces enajenada como dada?

El verdadero terror humano no es la muerte: es el antiguo caos por el que fluye la nada.

Lo que le quedaba, en medio de sus viejas sirvientas, insignificantes a sus ojos, que se plegaban a todos sus caprichos, era su reino subterráneo, en el que se embriagaba con su propia gloria, en el que podía, sin discusión, entregarse a su verdad, ordeñando, solitaria, la sangre para recibirla en su estática belleza.

Y se llevó, intacta, entre las manos a esta raza demente, cruel y enamorada, como un guijarro no lavado por el arrepentimiento; y se hundió con ella.

14 junio 2007

J.M. Coetzee (Elizabeth Costello, 2003)



Ed. Mondadori, 2004

Pero debes admitir que, a cierto nivel, hablamos, y por tanto escribimos, igual que todo el mundo. De otra forma todos hablaríamos y escribiríamos en idiomas privados. ¿Verdad que no es absurdo interesarse por lo que la gente tiene en común en lugar de por lo que la separa?

Cuando John se acuerda de esas horas, hay un momento que le regresa a la mente con fuerza inesperada, el momento en que la rodilla de ella pasa por debajo del brazo de él y se le dobla por debajo de la axila. Es curioso que el recuerdo de una escena esté dominado por un solo momento, carente de significado obvio y sin embargo tan nítido que casi siente el muslo fantasmal en la piel. ¿Acaso la mente por naturaleza prefiere las sensaciones a las ideas, lo tangible a lo abstracto? ¿O acaso el doblamiento de rodilla de la mujer no es más que una ayuda mnemotécnica, a partir de la cual se ha de desplegar el resto de la velada?

- El futuro de la novela no es un tema que me interese mucho – empieza a decir, intentando sorprender a su público -. De hecho, el futuro en general no me interesa mucho. ¿Qué es el futuro, al fin y al cabo, más que una estructura de expectativas y esperanzas? Reside en la mente. Carece de realidad.
>>Por supuesto, ustedes pueden replicar con razón que el pasado es igualmente una ficción. El pasado es historia, y ¿qué es la historia salvo un relato hecho del aire que nos contamos a nosotros mismos? Y, sin embargo, el pasado tiene algo milagroso que el futuro no tiene. Lo milagroso del pasado es que hemos conseguido, Dios sabe como, construir miles y millones de ficciones individuales, ficciones creadas por seres humanos individuales, lo bastante interconectadas entre ellas como para proporcionarnos lo que parece un pasado común, una historia compartida.
>>El futuro es distinto. No poseemos una historia compartida del futuro. La creación del pasado parece agotar nuestras energías creativas colectivas. Comparada con nuestra ficción del pasado, nuestra ficción del futuro es un relato apenas esbozado e insulso, como suelen ser las visiones del paraíso. Las del paraíso e incluso las del infierno.

…nos fijamos en cuanta gente saca libros de sus bolsas y bolsillos en los trenes y se retira a mundos solitarios. Cada vez que sale el libro es como si levantaran un letrero. “Dejadme en paz. Estoy leyendo – dice el letrero -. Lo que estoy leyendo es más interesante de lo que puedes ser tú”.

La coherencia es el duende de las mentes pequeñas.

....Además, no está segura de que los escritores que se aventuran en los territorios más oscuros del alma regresen siempre ilesos.

- Lo que creo – dice con voz firme, como una niña haciendo un recitado – es que nací en la ciudad de Melbourne, pero pasé parte de mi infancia en la Victoria rural, en una región de extremos climáticos: de sequías abrasadoras seguidas de lluvias torrenciales que llenaban los ríos de cadáveres de animales ahogados. Así es como lo recuerdo, en cualquier caso.
>>Cuando bajaban las aguas quedaban atrás acres enteros de barro. De noche se oía el bramido de decenas de miles de ranas regocijándose en la generosidad del cielo. El aire estaba tan lleno de sus gritos como lo estaba a mediodía con el canto de las cigarras.
>>¿De dónde llegaban de repente aquellos millares de ranas? La respuesta es que siempre están ahí. En la estación seca se meten bajo tierra, excavan y excavan para alejarse del calor del sol hasta que cada una de ellas ha creado una tumba individual. Y en esas tumbas mueren, por decirlo de algún modo. Los latidos de sus corazones se ralentizan, su respiración se detiene y adoptan el color del barro. Las noches vuelven a ser silenciosas.

David Pringle (Ciencia Ficción, las 100 mejores novelas, 1985)

Ed. Minotauro, 1990

Algunos fragmentos de ciertos libros mencionados en esta recopilación...

Crónicas marcianas, 1950 (Ray Bradbury)
El viento empujó la nave sobre el antiguo fondo del mar, sobre cristales enterrados hacía mucho tiempo, y las columnas, los muelles desiertos de már­mol y bronce, las ciudades muertas y las laderas moradas quedaron atrás...


Fahrenheit 451, 1953 (Ray Bradbury)

Sin encender la luz, imaginó el aspecto del cuarto. Su mujer, tendida sobre la cama, destapada y fría, como un cuerpo tendido sobre la tapa de un ataúd, con los ojos inmóviles, fijos en el techo por invisibles hebras de acero. Y en las orejas, muy adentro, los caracolitos, la radio de dedal, y un océano electrónico de sonido, música y charla que golpeaba y golpeaba la costa de aquella mente en vela. El cuarto estaba, en realidad, vacío. Todas las noches llega­ban las olas, y sus grandes mareas de sonido llevaban a Mildred flo­tando y con los ojos desorbitados, hacia la mañana.

El fin de la infancia, 1953 (Arthur C. Clarke)

No había error posible. Las alas correosas, los cuernos, la cola peluda: todo estaba allí. La más terrible de las leyendas había vuelto a la vida desde un desconocido pasado. Sin embargo, allí estaba, sonriendo, con todo su enorme cuerpo bañado por la luz del sol, y con un niño que descansaba confiadamente en cada uno de sus brazos.


Más que humano, 1953 (Theodore Sturgeon)

Alimentado inagotablemente por una lenta radiación atómica, aquel aparato era la solución práctica del vuelo sin alas, la clave de una nueva era en el transporte y el manejo de pesados materiales, y la posibilidad de iniciar los viajes interplanetarios. Construido por un idiota, tontamente instalado para reemplazar a un caballo muerto, estúpidamente abandonado, torpemente olvi­dado...

Los herederos, 1955 (William Golding)

La criatura roja estaba de pie al borde de la terraza sin hacer nada ... la barra de la ceja le bri­llaba a la luz de la Luna, sobre las grandes cavernas donde se escon­dían los ojos...


Las sirenas de Titán, 1959 (Kurt Vonnegut)

Las sirenas de Titán es la historia de un astronauta millonario, Winston Niles Rumfoord, que mete su nave espacial en un infundíbulo cronosinclástico (o, en la jerga de la cf, una corriente espacio–tem­poral). Él y su perrito existen ahora como «fenómenos ondulatorios pulsando en apariencia en una espiral distorsionada que empieza en el Sol y termina en Betelgeuse».

Invernáculo, 1962 (Brian W. Aldiss)

Obedeciendo a una ley inalienable, las cosas crecían, proliferaban, tumultuosas y extrañas.


La naranja mecánica, 1962 (Anthony Burgess)

La vieja Slouse, la mujer, estaba como petrificada detrás del mostrador. Calculamos que se pondría a crichar asesinos si le dá-ba­mos tiempo, así que pegué la vuelta al mostrador muy scorro y la sujeté, y vaya paquete joroschó que era, toda nuqueando a perfume y con los grudis flojos que se le bamboleaban como flanes. Le apli­qué la ruca sobre la rota para que dejase de aullar muerte y destruc­ción a los cuatro vientos celestiales, pero la muy perra me dio un mordisco grande y perverso y yo fui el que crichó, y ella abrió lá bo­caza chillando para atraer a los militsos. Bueno, hubo que tolchocarla como Dios manda con una de las pesas de la balan-za, y des­pués darle un buen golpe con una barra de abrir cajones, y ahí le salió la colorada como una vieja amiga. La tiramos al suelo y le arrancamos los platis para divertirnos un poco, y le dimos una patadita suave para que dejara de quejarse. Y al verla ahí tendida, con los grudis al aire, me pregunté si lo haría o no, pero decidí que eso era para después. De modo que limpiamos la caja, y las ganancias de la noche fueron joroschó, y después de servirnos algunos paque­tes de los mejores cancrillos, hermanos míos, nos largamos a la calle.

El mundo de cristal, 1966 (J. G. Ballard)

Es el espacio interior, no el exterior, el que hace falta explorar. El único planeta verdaderamente extraño es la Tierra.

Truman Capote (A sangre fría, 1966)



Ed. Anagrama, 2004

Hasta una mañana de mediados de noviembre de 1959, pocos americanos -en realidad pocos habitantes de Kansas- habían oído hablar de Holcomb. Como la corriente del río, como los conductores que pasaban por la carretera, como los trenes amarillos que bajaban por los raíles de Santa Fe, el drama, los acontecimientos excepcionales nunca se habían detenido allí. Los habitantes del pueblo -doscientos setenta- estaban satisfechos de que así fuera, contentos de existir de forma ordinaria... trabajar, cazar, ver la televisión, ir a los actos de la escuela, a los ensayos del coro y a las reuniones del club 4-H. Pero entonces, en las primeras horas de esa mañana de noviembre, un domingo por la mañana, algunos sonidos sorprendentes interfirieron con los ruidos nocturnos normales de Holcomb... con la activa histeria de los coyotes, el chasquido seco de las plantas arrastradas por el viento, los quejidos lejanos del silbido de las locomotoras. En ese momento, ni un alma los oyó en el pueblo dormido... cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas.

Como siempre, Willie-Jay supo comprender. Descorazonado pero no sin esperanzas, siguió cortejando el alma de Perry hasta el día que le concedieron libertad bajo palabra y se marchó del penal; la víspera escribió a Perry una carta de adiós que terminaba con el siguiente párrafo: «Eres un hombre muy apasionado, un hombre hambriento que no sabe dónde saciar su apetito, un hombre profundamente frustrado que lucha por proyectar su individualidad contra un fondo de rígido conformismo. Existes en un mundo pendiente entre dos superestructuras, una de autoexpresión y la otra de autodestrucción. Eres fuerte pero en tu fuerza hay una grieta y a menos que aprendas a controlarla, esa grieta demostrará ser más poderosa que tu fuerza y te vencerá. ¿La grieta? Explosión de la reacción emocional totalmente desproporcionada a los hechos. ¿Por qué? ¿Por qué esa irrazonable ira cuando ves a otros contentos, felices y satisfechos? ¿Por qué ese creciente desprecio por la gente y esas ganas de herirla? Muy bien: crees que son necios y los desprecias porque su moral, su felicidad son el origen de tu frustración, y tu resentimiento. Pero esas ideas son terribles enemigos que llevas dentro de ti... y a la larga serán mortíferos; como las bacterias que resisten al tiempo, no matan al individuo sino que dejan en su modo de ser el estigma de una criatura desgarrada y retorcida; dejan fuego en su interior avivado por astillas de desprecio y odio. Podrá prosperar pero no dará fruto porque él es su propio enemigo y le estará vedado gozar intensamente de sus triunfos.”

Harrison Smith, aunque apeló también a los presuntos sentimientos cristianos del jurado, tomó como tema principal los males de la pena capital.
-Es una reliquia de la barbarie humana. La ley nos dice que tomar la vida de un hombre no es lícito, pero a continuación da ejemplo de lo contrario, cosa tan malvada como el crimen que trata de castigar. El estado no tiene derecho a infligirla. No sirve de nada. No impide el crimen sino que abarata la vida humana y da lugar a nuevos delitos. Todo cuando pedimos es clemencia. Seguramente la cadena perpetua no es una gran merced...

Arthur C. Clarke (El fin de la infancia, 1953)

Childhood's End
Ed Minotauro, 1976


Durante un instante que pareció eterno, Reinhold observó, junto con el mundo entero, cómo las grandes naves descendían con una majestad abrumadora… En ese instante la historia suspendía su aliento… La raza humana ya no estaba sola.

Y en el sexto día, Karellen, supervisor de la Tierra, se hizo conocer al mundo entero por medio de una transmisión de radio que cubrió todas las frecuencias. Habló en un inglés tan perfecto que durante toda una generación las más vivas controversias se sucedieron a través del Atlántico. Pero el contexto del discurso fue aun más sorprendente que su forma. Fue, desde cualquier punto de vista, la obra de un genio superlativo, con un dominio total y completo de los asuntos humanos. No cabía duda alguna de que su erudición y su virtuosismo habían sido deliberadamente planeados para que la humanidad supiese que se hallaba ante una abrumadora potencia intelectual. Cuando Karellen concluyó su discurso las naciones de la Tierra comprendieron que sus días de precaria soberanía habían concluido. Los gobiernos locales podían retener sus poderes, pero en el campo más amplio de los asuntos internacionales las decisiones supremas habían pasado a otras manos. Argumentos, protestas, todo era inútil.

Un mundo y sus habitantes pueden ser transformados profundamente en sólo cincuenta años, hasta tal punto que nadie pueda reconocerlos. Sólo se requiere un hondo conocimiento de ingeniería social, una clara visión de los fines que uno se propone... y poder. Los superseñores tenían todo esto. Aunque sus fines eran un secreto, sabían lo que querían, y disfrutaban de poder. Ese poder tomó muchas formas, y los hombres cuyos destinos eran manejados ahora por los superseñores no advirtieron muchas de ellas. El poder de las grandes naves había sido evidente para todos. Pero detrás de esta exhibición de fuerzas dormidas había otras armas mucho más sutiles.

Comparada con las épocas anteriores, ésta era la edad de la utopía. La ignorancia, la enfermedad, la pobreza y el temor habían desaparecido virtualmente. El recuerdo de la guerra se perdía en el pasado como una pesadilla que se desvanece con el alba. Pronto ningún hombre viviente habría podido conocerlo.

Aunque las mentes racionales habían sabido siempre que todos los textos religiosos no podían ser verdaderos, la reacción fue sin embargo muy notable. Allí estaba la revelación que nadie podía negar o poner en duda. Ahí estaban —vistos gracias a una desconocida magia de los superseñores— los verdaderos comienzos de todas las grandes religiones del mundo. En sólo unos pocos días todos los redentores del género humano perdieron su origen divino. Bajo la intensa y desapasionada luz de la verdad las creencias que habían alimentado a millones de hombres, durante dos mil años, se desvanecieron como el rocío de la mañana. El bien y el mal fabricados por ellas fueron arrojados al pasado. Ya nunca volverían a conmover el alma de los hombres. La humanidad había perdido sus antiguas divinidades. Ahora era ya bastante vieja como para no necesitar dioses nuevos.

10 mayo 2007

Kurt Vonnegut (Matadero cinco, 1969)


Ed Anagrama (1991)

—Los terrestres son grandes narradores; siempre están explicando por qué determinado acontecimiento ha sido estructurado de tal forma, o cómo puede alcanzarse o evitarse. Yo soy tralfamadoriano, y veo el tiempo en su totalidad de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos como lo que son, momentos, y pronto se dará cuenta de que todos somos, como he dicho anteriormente, insectos prisioneros en ámbar.
—Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío —dijo Billy Pilgrim.—Si no hubiera pasado tanto tiempo estudiando a los terrestres —explicó el tralfamadoriano—, no tendría ni idea de lo que significa «libre albedrío». He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de «libre albedrío».

07 mayo 2007

Michael Moorcock (El programa final, 1965)



Ed. Minotauro, 1980

El aluvión había comenzado ya, y los invitados suspicaces estudiaban la atmósfera del sitio antes de aflojarse. Había lesbianas turcas y persas, de enormes ojos de hurí, como gatas tristes, castradas; sastres franceses; músicos alemanes; mártires judíos; un tragafuegos oriundo de Suffolk; un improvisado cuarteto de voces masculinas de la última base norteamericana en Inglaterra, el Columbia Club, de Lancaster Gate; dos obesas mojigatas; Hans Smith de Hamstead, el Último de los Intelectuales de Izquierda, la Mente Microfilm; Shades; catorce traficantes de la misma mercancía y todos de Portobello Road, las caras hundidas bajo el peso de las decepciones; un pulidor polaco a la francesa y sin empleo, traído por uno de los traficantes; un grupo pop llamado el Deep-Fix; un grupo pop llamado Les Coques Sucrés; un negro muy alto; un veterinario jorobado de nombre Marcus; la muchacha sueca y un adolescente suculento; tres periodistas que acababan de dispensar unos áureos apretones de mano; la Pequeña Señorita Dazzle, a quien uno de ellos había descubierto en El Vino buscando al señor Crookshank; un irlandés llamado Podles; el director literario del Oxford Mail y su hermana; veintisiete miembros de la Brigada Especial; un heterosexual; dos niños pequeños; el difunto gran Charlie Parker, recientemente llegado de México bajo el alias de Alan Bird – había estado curándose durante varios años; un siquiatra hosco de Regent Park llamado Harper; muchísimos físicos, astrólogos, geógrafos, matemáticos, astrónomos, químicos, biólogos, músicos, monjes de monasterios disueltos, brujos, putas retiradas, estudiantes, griegos, procuradores; un albino autocompasivo; un arquitecto; casi todos los alumnos de la escuela integral local, que habían acudido al oír el alboroto, casi todos sus maestros; el jardinero de un mercado; menos de un neocelandés; doscientos húngaros que habían Elegido la Libertad y la oportunidad de ganar dinero fácil; un viajante de máquinas de coser; las madres de doce de los niños de la escuela integral; el padre de uno de los niños de la escuela integral, aunque él no lo sabía; un carnicero; otro Hombre; una persona Desplazada; un pequeño pintor; y varios centenares de otros individuos no inmediatamente identificables.

20 abril 2007

Jorge Bucal (El camino de la felicidad, 2002)


Ed. Sudamericana, 2006

Cada vez que hablo o escribo sobre la necesidad de bajar las expectativas; cada vez que reniego del valor del esfuerzo; cada vez que cuestiono el sacrificio en pos de una consecuencia mejor; cada vez, por fin, que menciono la palabra aceptación, alguien se pone de pie, me señala con el dedo índice, mira a su alrededor buscando cómplices para lo que sigue y me grita:
- ¡¡¡Conformista!!!
Desde el sentido estricto de la palabra, la idea de conformar-se (adaptarse a una nueva forma) me parece encantadora. Y por lo tanto, la idea de ser un conformista, uno que prefiere conformarse, no sólo no me insulta sino que me halaga.
El diccionario de la Real Academia Española y el diccionario etimológico de Corominas asocian conformarse con otros verbos para nada despreciables:

Concordar,
ajustarse,
convenir,
sujetarse voluntariamente a algo,
tolerar las adversidades,
proporcionarse,
configurar,
corresponder,
ser paciente,
unirse…. y otros.

Y sin embargo, como muchas otras veces, el uso popular le confiere algunas acepciones de baja calidad que lo hacen sonar como emparentado con el desinterés de los estúpidos o la tendencia a la sumisión de los débiles.

Pero conformarse no significa dejar de estar interesado en lo que sucede ni bajar necesariamente la cabeza. No tiene que ver con la resignación, sino con reconocer el punto de partida de un cambio, con el abandono de la urgencia de que algo sea diferente y la gratitud con la vida por ser capaz de intentar construir lo que sigue.

01 abril 2007

Aldous Huxley (Un Mundo Feliz, 1969)


Plaza y Janés Ed., 1981

Lo agujereó veinte veces. Brotaron veinte mezquinas fuentecitas.
- Hijo mío. Hijo mío…
- ¡Madre!
La locura es contagiosa.
- Amor mío, mi único amor, preciosa, preciosa…
Madre, monogamia, romanticismo… La fuente brota muy alta; el chorro surge con furia, espumeante. La necesidad tiene una sola salida. Amor mío, hijo mío. No es extraño que aquellos pobres premodernos estuviesen locos y fuesen desdichados y miserables. Su mundo no les permitía tomar las cosas con calma, no les permitía ser juiciosos, virtuosos, felices. Con madres y amantes, con prohibiciones para cuya obediencia no habían sido condicionados, con las tentaciones y los remordimientos solitarios, con todas las enfermedades y el dolor eternamente aislante, no es de extrañar que sintieran intensamente las cosas, y sintiéndolas así (y, peor aún, en soledad, en un aislamiento individual sin esperanza), ¿cómo podían ser estables?

La voz de Linda murió súbitamente, convirtiéndose en un ronquido casi inaudible: la boca se le abrió, y Linda hizo un esfuerzo desesperado para llenar de aire sus pulmones. Pero era como si hubiese olvidado la técnica de la respiración. Intentó gritar y no brotó sonido alguno de sus labios; sólo el terror impreso en sus ojos abiertos revelaba el grado de su sufrimiento. Se llevó las manos a la garganta, y después clavó las uñas en el aire, aquel aire que ya no podía respirar, aquel aire que, para ella, había cesado de existir.

Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme a la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar.

…. Fue un filósofo, suponiendo que usted sepa qué era un filósofo.
- Un hombre que sueña en menos cosas de las que hay en los cielos y en la tierra – dijo el Salvaje inmediatamente.

Howard Fast (El filo del futuro, 1961)




Minotauro, 1970

"Los primeros hombres"

Me pregunto si entendemos lo que hemos hecho. ¿Qué es un ser humano? Una suma de recuerdos encerrados en la mente y de una estructura que la experiencia complica cada vez más. Ignoramos aún la amplitud o la fuerza de esta cualidad que los niños están desarrollando, pero supongamos que llegan a un punto en que puedan compartir la totalidad de la memoria. No sólo no habrá entre ellos mentiras. Ni engaños, ni explicaciones racionales, ni secretos, ni culpas… Esto es algo más.
Goldbaum vació la mirada por los rostros de todos nosotros. Comenzábamos a entender. Recuerdo lo que sentí en aquel momento: Admiración, sorpresa, alegría y también angustia; un sentimiento tan punzante que me llenó los ojos de lágrimas.
- Veo que comprenden ustedes – añadió Goldbaum -. No conviene, quizás que yo calle ahora. Soy mucho más viejo que cualquiera de ustedes y he vivido los peores años de bestialidad y de horror que haya conocido la humanidad. Cuando vi lo que vi, me pregunté un millar de veces: ¿Qué significa la humanidad, si tiene algún significado, si no es simplemente un accidente azaroso, una estructura molecular de insólita complejidad? Sé que todos ustedes se han hecho la misma pregunta. ¿Quiénes somos? ¿A donde vamos? ¿Dónde están la cordura o la razón en esta carne que lucha, desgarra y se enferma? Matamos, torturamos, dañamos y destruimos como ninguna otra especie. Ennoblecemos el asesinato, la falsedad, la hipocresía y la superstición; destruimos nuestro propio cuerpo con drogas y alimentos venenosos; nos engañamos a nosotros mismos, engañamos a los demás, y odiamos, odiamos y odiamos.
“Algo nuevo ha ocurrido. Si las mentes de estos niños pueden comunicarse realmente entre sí, tendrán una sola memoria, que será la memoria de todos. Todas las experiencias serán comunes a todos, así como todos los conocimientos, todos los sueños. Los niños serán inmortales. Pues cuando uno muera, otro niño se unirá a la totalidad, y otro y otro. La muerte no tendrá significado, perderá su siniestro horror. La humanidad comenzará, aquí, en este lugar, a realizar parte de su destino, a ser una unidad singular y maravillosa, una totalidad, de acuerdo casi con las palabras de vuestro poeta John Donne, quien sentía como todos hemos sentido en algún momento, que ningún hombre es una isla. ¿Ha habido alguna vez un hombre reflexivo que no haya sentido esa unidad de la humanidad? No lo creo. Hemos vivido en la oscuridad, en la noche, cada hombre ha luchado sin otra herramienta que su propio pobre cerebro y luego ha muerto con todos los recuerdos de una vida. No es extraño que hayamos conseguido tan poco. Lo sorprendente es que hayamos conseguido tanto. Sin embargo, todo lo que sabemos, todo lo que hemos hecho no será nada en comparación con lo que estos niños sabrán, harán y crearán.

Horacio Quiroga (Cuentos de amor, locura y muerte, 1918)

Penguin Ed., 1997

¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, los esposos se agriaron. Hasta ese momento, cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.


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Raymont Carver (Vidas Cruzadas)






(Short cuts, 1993)
Anagrama, 2001


Un fragmento de uno de los cuentos de este libro:

Bill asintió con la cabeza. Jadeaba demasiado para poder hablar.
Siguió subiendo durante un rato; el sendero empezó a descender y a encaminarse hacia el valle. Bill miró y vio a las chicas. Se habían puesto en cuclillas tras un saliente del terreno. Tal vez estaban sonriendo.
Bill sacó un cigarro. Pero no pudo encenderlo. Entonces vio a Jerry. Y después de aquello, ya no importaba.

26 marzo 2007

Herman Melville (Moby Dick or The Whale, 1851)



Ed. Debolsillo, 2004

Nave y barca se apartaron; la fría, húmeda brisa nocturna sopló entre ambas; una gaviota pasó chillando sobre ellas; ambos cascos rolaron bravíos y nosotros lanzamos tres vivas con el corazón oprimido y nos hundimos ciegamente, como el destino, en el Atlántico solitario.

I. LA BALLENA EN FOLIO II. LA BALLENA EN OCTAVO III. LA BALLENA EN DOZAVO Como tipo EN FOLIO propongo el Cachalote; como tipo EN OCTAVO, la Orca; como tipo EN DOZAVO, la Marsopa. EN FOLIO. Entre éstos, incluyo los siguientes capítulos: I. el Cachalote; II. La Ballena de Groenlandia; III. La Yubarta; IV. La Ballena con lomo giboso; V. la Ballena con lomo de navaja; VI. La Ballena con panza de azufre. Libro I (Folio), Capítulo I (Cachalote; el cachalote se llama en inglés Sperm Whale (ballena de esperma). Esta ballena, vagamente conocida entre los antiguos ingleses como ballena Trumpa, ballena Physeter y ballena con cabeza de yunque, es el actual Cachalot de los franceses, el Pottsfich de los alemanes y el Macrocéfalo de los que usan palabras largas. Es, sin duda, el habitante más grande del globo, la más formidable de todas las ballenas que puedan encontrarse, la de aspecto más majestuoso y, en suma, la más valiosa en el comercio, puesto que es el único ser del cual se obtiene esa preciosa sustancia llamada esperma.

…. ¡Una bestia que te atacó siguiendo el más ciego de los instintos! ¡Locura! ¡Enfurecerse contra un ser sin uso de palabra parece una impiedad, capitán Ahab! - Óyeme una vez más, te daré la explicación más profunda. Todos los objetos visibles, amigo, no son sino máscaras de cartón. Pero en cada acontecimiento, en el acto vivo, en la acción resuelta, algo desconocido, pero siempre razonable, proyecta sus rasgos tras la máscara que no razona. ¡Y si el hombre quiere golpear, ha de golpear sobre la máscara! ¿Cómo puede salir el prisionero, si no atraviesa el muro? Para mí, la ballena blanca es ese muro que me aprisiona. A veces pienso que no hay nada más allá de él. Pero es bastante para mí. Me obsesiona, me desborda: veo en la ballena una fuerza atroz poseída de una perversidad inescrutable. Ese algo inescrutable es lo que odio por encima de todo: sea la ballena blanca el mero agente, sea la ballena blanca el amo ordenador, contra ella descargaré mi odio…..

¡Ja, ja, ja! ¡Quiero aclararme la garganta! He estado pensándolo hasta ahora, y este ja, ja es la conclusión. ¿Por qué? Porque una carcajada es la respuesta más sabia y natural para todo lo que es extraño. Suceda lo que sucediere, siempre queda un consuelo: el consuelo infalible de que todo está predestinado.

GAM. Sustantivo. Encuentro social de dos (o más) naves balleneras, por lo común en zonas de caza, cuando, después de intercambiar saludos, los tripulantes se visitan empleando sus botes y en el interin los dos capitanes permanecen a bordo de una de las naves, y los dos primeros oficiales en la otra. Hay otro detalle relativo al gam que no debo olvidar aquí. Todos los oficios tienen sus rasgos peculiares, y la caza de ballenas no es la excepción. En una nave pirata, de guerra o de esclavos, cuando el capitán es transportado a alguna parte en su bote, siempre se sienta en la popa, en un asiento cómodo, con frecuencia provisto de un almohadón, y a menudo él mismo gobierna una coqueta barra de timón adornada de alegres cintas y cordones. Pero el bote ballenero no tiene asiento en la popa, ni sofá, ni barra de timón. ¡Sería cosa de ver a un capitán ballenero transportado por el agua entre cojines, como los viejos magistrados gotosos en sus sillones de cuero! Y en cuanto a la barra del timón, ningún bote ballenero admite semejante afeminamiento. Por eso, como durante el gam la tripulación entera del bote debe dejar la nave y el conductor del bote o arponero forma parte del grupo, este oficial subalterno asume la función de dirigirlo y el capitán, sin tener dónde sentarse, acude a su visita de pie, como un pino. Y a menudo puede observarse que, consciente de que los ojos del todo el mundo visible están fijos en él desde ambos flancos de las naves, este capitán que avanza de pie no ignora la importancia de mantener su dignidad, conservando firmes las piernas. Cosa nada simple, porque tiene detrás el enorme remo de gobierno, que de tanto en tanto lo golpea en la espalda, mientras el remo de popa contribuye por su parte dándole en las rodillas. Así, está aprisionado por delante y por detrás, y sólo puede moverse de lado, afirmándose sobre ambas piernas separadas; pero un sacudón imprevisto y violento del bote puede derribarlo, porque la longitud de la base de nada vale sin una anchura correspondiente. Hagan ustedes un ángulo obtuso con dos palos y comprobarán que no logran mantenerlos en pie. Este capitán esparrancado, expuesto a las atentas miradas del mundo, en modo alguno procurará sostenerse con ayuda de las manos; en verdad, como prueba de su entero y ágil dominio de sí, casi siempre tiene metidas las manos en los bolsillos de los pantalones (aunque como sus manos suelen ser muy anchas y pesadas, lo cierto es que las tiene allí como lastre). Con todo, ha habido casos bien atestiguados en que se ha visto al capitán, durante unos instantes insólitamente críticos, por ejemplo bajo una ráfaga súbita, aferrarse del pelo del remero más cercano y mantenerse asido de él con alma y vida.

… así como la calma profunda, simple apariencia, que precede y anuncia la tempestad es, quizá, más espantosa que la tempestad misma – porque, en verdad, la calma no es más que el envoltorio de la tempestad y la contiene dentro de sí como el fusil aparentemente inocuo contiene la pólvora fatal, la bala y la explosión-, del mismo modo el gracioso reposo de la línea, silenciosamente ondulante entre los remeros antes de lanzarse a la acción, contiene un terror más verdadero que cualquier otra vicisitud de esta peligrosa actividad. ¿Pero a qué decir más? Todos los hombres viven envueltos en líneas de arpones. Todos han nacido con dogales en torno al cuello; pero sólo cuando los atrapa el rápido, fulmíneo giro de la muerte advierten los silenciosos, sutiles, ubicuos peligros de la vida.

En un instante, los grandes corazones condensan a veces la suma de los breves pesares dispersos en la vida entera de un hombre y los acumulan en un único, inmenso dolor. De ese modo, tales corazones, aunque sucintos en cada sufrimiento, amontonan en la existencia, cuando los dioses así lo disponen, todo un siglo de dolor en el cual se concentra la intensidad de muchos instantes aislados…

08 febrero 2007

Ernest Hemingway (Muerte en la tarde, 1932)






Ed. Debolsillo, 2006

Perfeccionando nuestros conocimientos y nuestra educación sensorial, es posible hacer del vino una fuente indefinida de placer.

Gabriel García Márquez (Relato de un Náufrago, 1970)


Ed. Debolsillo, 2003

De pronto el cielo se puso rojo, y yo seguía escrutando el horizonte. Luego se puso color de violetas oscuras, y yo seguía mirando. A un lado de la balsa, como un diamante amarillo en el cielo color de vino, fija y cuadrada, apareció la primera estrella. Fue como una señal. Inmediatamente después, la noche, apretada y tensa, se derrumbó sobre el mar.

George Orwell (Nineteen eighty four, 1948-1949)




Under the spreading chestnut tree.
I sold you, you sold me.

Everything fades into mist
The past is erased, the erasure forgotten

A lie becomes truth
and then becomes a lie again.

So it’s not just staying alive
It’s staying human that’s important
What counts....
is that we don’t betray each other
they can’t do that
It’s the one thing they can’t do
They can torture you
and make you say anything
but they can’t make you belive it
they can’t get inside you
they can’t get to your heart

- How does one man assert power over another?
- By making him suffer
Exactly. Obedience is not enough
Power is inflicting pain and humiliation.
Otherwise, you cannot be sure
Power is tearing human mind apart....
and putting them together again in new shapes of your own choosing
power is not a means, it is an end
in our world, there will only be triumph and self-abasement everything else, we shall destroy.



17 diciembre 2006

George Orwell (Rebelión en la granja - Animal Farm, 1945)




Mestas Ediciones, 2001

Rebelión en la granja plantea los problemas que más preocupaban a Orwell, y que son, en definitiva, algunas de las grandes cuestiones de nuestra civilización: la amenaza del totalitarismo, la supresión de la voluntad individual o la manipulación de la verdad histórica.

Orwell satiriza el régimen comunista soviético representado a través de los animales de la granja. Cronológicamente hablando, Mayor representaría a Lenin por ser el ideólogo de la revolución, pero por el carácter tranquilo y por la idea original que este personaje posee, podría corresponder a Karl Marx. El señor Jones sería Nicolás II de Rusia. Napoleón, con sus medidas para administrar la granja (apropiadas de Snowball) que servirán para llevar a ésta a la prosperidad, aunque ésta sólo mejorará su propia situación y la de los demás cerdos; y su política de restricción de libertades, representa a Stalin. Snowball sería Trotsky, líder militar que posteriormente huye de la granja. Una vez establecido el poder de Napoleón, todo animal que se considerara peligroso sería ejecutado bajo la acusación de ser seguidor de Snowball. Boxer, el caballo, siempre convencido de trabajar más y traicionado a pesar de ello, representaría al proletariado. Las ovejas, analfabetas y acríticas con el régimen, personifican al campesinado. El cuervo Moses representa a la Iglesia Ortodoxa, habla del cielo de los animales y recibe trato de favor de los humanos ya que cumple una labor de aborregamiento. El burro Benjamin representa a la clase intelectual, quienes son conscientes de las manipulaciones pero no toman cartas en el asunto, limitándose a observar sin intervenir. Los perros representan la policía y su brutalidad policial (Wikipedia).

Más info www.angelfire.com/nt/vinformemex/rebelion_granja.html

"Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír" (La libertad de prensa, Prólogo).

"Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".

Stephen King (La zona muerta, 1979)



Ediciones Emecé

Dos veces es suerte, una es sólo casualidad.

¿Qué les pasa a estos chicos, al fin y al cabo?
Bueno, han comido una salchicha en mal estado que se llama Vietnam y les produjo botulismo. Se las vendió un fulano que se llamaba Lyndon Johnson. Entonces recurrieron a este otro tipo, sabe, y le dijeron: “Jesus, señor, estoy muy enfermo.” Y este otro tipo, que se llamaba Nixon, les contestó: “yo sé cómo se cura eso. Coman unas cuantas salchichas más”. Y esto es lo que le sucede a la juventud norteamericana.

Sarah asimilaba vagamente todos estos hechos, como si se tratara de voces que procedían de otra habitación, donde se desarrollaba incesantemente una fiesta incomprensible. Escudriñándolo como cuervos posados en un hilo telefónico.

Como dice Bob Dylan: ¿cariño, acaso hace falta que me lo preguntes?

05 noviembre 2006

Ray Bradbury (La muerte es un asunto solitario)

Ediciones Minotauro

¿Crees que no sé todo acerca de ti?
No hay mucho para saber - contesté tímidamente.
Claro que no. Escucha. – Crumley sorbió otro trago, cerró los ojos y comenzó a leer los detalles de mi vida en la parte de atrás de sus párpados.

La limusina aminoró de una velocidad histérica de cien kilómetros por hora a unos nerviosos noventa por hora.

A Shrank y a mí nos asaltó una especie de paroxismo. A mí, porque acababa de decir una verdad, como si hubiese destapado un horno de donde emanaba un calor que me quemaba la cara, la lengua, el corazón y el alma.

Sir Arthur Conan Doyle (Novelas de aventuras)


Ed. Aguilar, Madrid, 1964
El profesor Challenger

“La zona ponzoñosa”

La inteligencia verdaderamente científica no se encuentra atada a sus propias condiciones del tiempo y del espacio. Levanta para su propio uso un observatorio en la línea que limita el presente y lo separa del pasado infinito y del infinito futuro. Desde ese punto seguro se lanza hasta el principio y hasta el fin de todas las cosas. En cuanto a la muerte, la inteligencia científica muere en su puesto, trabajando de una manera normal y metódica hasta el fin. No le preocupa cuestión tan minúscula como su propia disolución física, como no le preocupan todas las demás limitaciones en el plano de lo material.

Rodney Stone

Es seguro que Inglaterra habría sido avasallada si sus habitantes no hubiesen estado animados de aquel espíritu combativo. Se pensaba, pues, teniendo eso en cuenta, y se sigue pensando, que una pelea entre dos hombres indomables frente a treinta mil testigos presenciales y tres millones que luego la comentarían, no podía menos de contribuir a fomentar las normas de valentía y de resistencia. Los combates de boxeo son brutales, sin duda, y por su brutalidad dejarán de existir; pero no son tan brutales como la guerra, que sobrevivirá a ellos. Cerebros más sabios que el mío habrán de resolver la cuestión de si es en la actualidad lógico el enseñar al pueblo a ser pacífico, cuando su misma existencia puede llegar a depender de que tenga espíritu guerrero.

Para mí, el orgullo es una cualidad en la que se mezclan lo bueno y lo malo; es mitad virtud y mitad vicio; virtud porque mantiene al hombre fuera del fango; vicio por que le hace difícil el salir del fango una vez que ha caído en él.

Fue el mismo Tom el que pagó a un poeta de Brighton para que escribiese el epitafio que el muerto tiene en su tumba, y que a todos nos pareció muy bueno y muy verdadero. Empezaba así:
Se disparó la bala con presteza
y atravesó al muchacho la cabeza.
Rodó por tierra y entregó el aliento,
cerró los ojos y murió al momento.

He oído decir a un viajero que recorrió las soledades de Norteamérica que consideraba a los pieles rojas y a los caballeros ingleses como seres íntimamente emparentados, citando la pasión de unos y otros por el deporte, su manera arisca de ser, y el que lo mismo unos que otros saben dominar sus emociones.

La tragedia de Korosko
No me digáis buenas noches. Deseadme, en cambio, buenos días en otro mundo más hermoso.

No vale razonar acerca del amor. Es la realidad más íntima de la vida, la única que apaga y cambia todas las demás realidades, la única que sacia absolutamente y es completa por sí misma. Cuando esa bruma dorada nos envuelve, el dolor se convierte en goce, y la muerte en dulzura.