01 abril 2007

Aldous Huxley (Un Mundo Feliz, 1969)


Plaza y Janés Ed., 1981

Lo agujereó veinte veces. Brotaron veinte mezquinas fuentecitas.
- Hijo mío. Hijo mío…
- ¡Madre!
La locura es contagiosa.
- Amor mío, mi único amor, preciosa, preciosa…
Madre, monogamia, romanticismo… La fuente brota muy alta; el chorro surge con furia, espumeante. La necesidad tiene una sola salida. Amor mío, hijo mío. No es extraño que aquellos pobres premodernos estuviesen locos y fuesen desdichados y miserables. Su mundo no les permitía tomar las cosas con calma, no les permitía ser juiciosos, virtuosos, felices. Con madres y amantes, con prohibiciones para cuya obediencia no habían sido condicionados, con las tentaciones y los remordimientos solitarios, con todas las enfermedades y el dolor eternamente aislante, no es de extrañar que sintieran intensamente las cosas, y sintiéndolas así (y, peor aún, en soledad, en un aislamiento individual sin esperanza), ¿cómo podían ser estables?

La voz de Linda murió súbitamente, convirtiéndose en un ronquido casi inaudible: la boca se le abrió, y Linda hizo un esfuerzo desesperado para llenar de aire sus pulmones. Pero era como si hubiese olvidado la técnica de la respiración. Intentó gritar y no brotó sonido alguno de sus labios; sólo el terror impreso en sus ojos abiertos revelaba el grado de su sufrimiento. Se llevó las manos a la garganta, y después clavó las uñas en el aire, aquel aire que ya no podía respirar, aquel aire que, para ella, había cesado de existir.

Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme a la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar.

…. Fue un filósofo, suponiendo que usted sepa qué era un filósofo.
- Un hombre que sueña en menos cosas de las que hay en los cielos y en la tierra – dijo el Salvaje inmediatamente.

Howard Fast (El filo del futuro, 1961)




Minotauro, 1970

"Los primeros hombres"

Me pregunto si entendemos lo que hemos hecho. ¿Qué es un ser humano? Una suma de recuerdos encerrados en la mente y de una estructura que la experiencia complica cada vez más. Ignoramos aún la amplitud o la fuerza de esta cualidad que los niños están desarrollando, pero supongamos que llegan a un punto en que puedan compartir la totalidad de la memoria. No sólo no habrá entre ellos mentiras. Ni engaños, ni explicaciones racionales, ni secretos, ni culpas… Esto es algo más.
Goldbaum vació la mirada por los rostros de todos nosotros. Comenzábamos a entender. Recuerdo lo que sentí en aquel momento: Admiración, sorpresa, alegría y también angustia; un sentimiento tan punzante que me llenó los ojos de lágrimas.
- Veo que comprenden ustedes – añadió Goldbaum -. No conviene, quizás que yo calle ahora. Soy mucho más viejo que cualquiera de ustedes y he vivido los peores años de bestialidad y de horror que haya conocido la humanidad. Cuando vi lo que vi, me pregunté un millar de veces: ¿Qué significa la humanidad, si tiene algún significado, si no es simplemente un accidente azaroso, una estructura molecular de insólita complejidad? Sé que todos ustedes se han hecho la misma pregunta. ¿Quiénes somos? ¿A donde vamos? ¿Dónde están la cordura o la razón en esta carne que lucha, desgarra y se enferma? Matamos, torturamos, dañamos y destruimos como ninguna otra especie. Ennoblecemos el asesinato, la falsedad, la hipocresía y la superstición; destruimos nuestro propio cuerpo con drogas y alimentos venenosos; nos engañamos a nosotros mismos, engañamos a los demás, y odiamos, odiamos y odiamos.
“Algo nuevo ha ocurrido. Si las mentes de estos niños pueden comunicarse realmente entre sí, tendrán una sola memoria, que será la memoria de todos. Todas las experiencias serán comunes a todos, así como todos los conocimientos, todos los sueños. Los niños serán inmortales. Pues cuando uno muera, otro niño se unirá a la totalidad, y otro y otro. La muerte no tendrá significado, perderá su siniestro horror. La humanidad comenzará, aquí, en este lugar, a realizar parte de su destino, a ser una unidad singular y maravillosa, una totalidad, de acuerdo casi con las palabras de vuestro poeta John Donne, quien sentía como todos hemos sentido en algún momento, que ningún hombre es una isla. ¿Ha habido alguna vez un hombre reflexivo que no haya sentido esa unidad de la humanidad? No lo creo. Hemos vivido en la oscuridad, en la noche, cada hombre ha luchado sin otra herramienta que su propio pobre cerebro y luego ha muerto con todos los recuerdos de una vida. No es extraño que hayamos conseguido tan poco. Lo sorprendente es que hayamos conseguido tanto. Sin embargo, todo lo que sabemos, todo lo que hemos hecho no será nada en comparación con lo que estos niños sabrán, harán y crearán.

Horacio Quiroga (Cuentos de amor, locura y muerte, 1918)

Penguin Ed., 1997

¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, los esposos se agriaron. Hasta ese momento, cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.


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Raymont Carver (Vidas Cruzadas)






(Short cuts, 1993)
Anagrama, 2001


Un fragmento de uno de los cuentos de este libro:

Bill asintió con la cabeza. Jadeaba demasiado para poder hablar.
Siguió subiendo durante un rato; el sendero empezó a descender y a encaminarse hacia el valle. Bill miró y vio a las chicas. Se habían puesto en cuclillas tras un saliente del terreno. Tal vez estaban sonriendo.
Bill sacó un cigarro. Pero no pudo encenderlo. Entonces vio a Jerry. Y después de aquello, ya no importaba.