Editorial
Sirio, 2019
Aloha:
Saludo en ti la energía universal; reconozco en ti más de lo que veo; reconozco
en ti lo que también está en mi: la energía universal que fluye a través de
nosotros y nos conecta. Vivir Aloha es tender un puente entre lo que veo (el
cuerpo) y lo que no veo (la energía de la cual está compuesto). Seguir las
enseñanzas de ho’oponopono es vivir cada momento en el mundo de las energías,
aprovechándolas al máximo para estar en paz y avanzar en la senda vital; es
comprender las leyes que rigen el mundo energético y sacar partido de ellas; es
mostrar en cada pensamiento y acto una profunda reverencia por la vida en todas
sus formas.
…
Ser
pono es vivir en armonía con ellas. Es ser consciente en cada momento de estas
leyes que gobiernan el reino invisible: leyes que nos arropan, nos nutren y nos
permiten llenar, al fin, el vacío interior que nos causa tanto dolor.
La
ley de la aceptación nos permite reconocer y aceptar que no vemos el “panorama
general”, y por lo tanto somos incapaces de entender y controlar todo.
Practicar
la transmutación de los pensamientos
Si
dices “estoy harto”, la energía universal recibe una vibración particular que
está ligada a esta emoción negativa. De hecho, al decir esto, estás atrayedo
una gran cantidad de situaciones que te harán experimentar esta resonancia que
has “solicitado”. (Según las leyes de las energías, cuando piensas algo es como
si lo hubieras pedido).
Por
lo tanto, se te presentarán otras oportunidades para decir “estoy harto” en tu
vida diaria. El círculo vicioso solo cesará cuando “pidas” otra cosa: en cuanto
tus pensamientos se dirijan a otro objetivo, se producirá otro resultado. ¡Tu
realidad cambiará! Es como si te dijeran que para ganar, tienes que empezar por
jugar. Para ver cambios en tu vida, debes comenzar por pensar y vivir “como
si”; es decir, como si lo que quieres para tu vida ya estuviera allí.
La
ley de la atracción hace real lo que piensas; da igual que hayas dicho “quiero”
o hayas dicho “no quiero”. Por ejemplo, si piensas “quiero superar mis
dificultades financieras”, estás pensando en “dificultades” y la ley de la
atracción manifestará “dificultades” y el círculo vicioso continuará. En lugar
de pensar en “dificultades”, piensa en “prosperidad”. Al principio, este
ejercicio mental no es fácil, porque la mente nos lleva constantemente de
vuelta a lo negativo, a lo que sea que esté arruinando nuestra vida.
La
idea central es eliminar el “no” de tu pensamiento para pasar al otro lado y
expresar el “sí”. Es posible invertir la tendencia de cada palabra negativa y
convertirla en su contraparte positiva.
Vale
la pena señalar que persistir en la lucha “contra” algo es un desperdicio de
energía. Esta actitud nos lleva a prestar aún más atención a lo que queremos
evitar. Nuestra forma de pensar, en ese momento, contribuye a “alimentar” lo
que nos queremos, por lo que se produce el efecto contrario. Así que, en lugar
de pensar o de decirte a ti mismo “estoy en contra de la guerra”, piensa
“quiero la paz”. La clave es pensar en lo que deseas.
La
sabiduría de los ancianos
Si,
en lugar de enfadarte por lo que está sucediendo, decides callar cuando hubiera
sido fácil dar una opinión, estarás empleando nuevas energías que conducirán a
otros resultados. Y si el cambio no conduce a los resultados que esperabas,
puedes cambiar las veces que sea necesario, hasta que las consecuencias de tus
acciones, pensamientos o creencias te den el resultado “correcto”. No dejes que
el pasado dicte cómo vivirás en el presente.
Purgar
los recuerdos profundos con la ley del perdón
¿Qué
hay de los “nudos” más grandes? Los nudos grandes son los que no se pueden
deshacer solos: los mecanismos inconscientes muy profundos que originan un
cierto malestar, un sentimiento de abandono, un miedo a afirmarse, una falta de
confianza en sí mismo, pero también amargura, remordimiento y traumas pasados.
También
pueden corresponder a recuerdos aún más antiguos, heredados de nuestros antepasados.
Es aquí donde la benevolente energía del perdón puede hacer la limpieza por ti,
ayudándote a liberarte de las más profundas impresiones de negatividad. Los
sabios nos aseguran que “es suficiente” con confiar en el universo. ¡Pero aun
así tenemos que hacerlo!
El
perdón solo se produce cuando decimos “perdono”. ¡Esta palabra tiene fuertes
connotaciones religiosas que a algunos podrían rechinarles! Pero la hemos usado
tanto que hemos olvidado su verdadero significado. Tan pronto como se menciona
la palabra perdón, la gente se pone a la defensiva: “¿Perdonar…? Qué fácil,
¿no?; ¿por qué debería perdonar a quien me ha hecho daño?”.
“¿Por
qué hacer el esfuerzo de perdonar a alguien que ni siquiera acepta su
responsabilidad por haberme herido? ¿Cómo puedo perdonar lo imperdonable? Es
demasiado difícil, no quiero, no puedo…”. Inmediatamente pensamos que hemos
sufrido; los acontecimientos pasados salen a la superficie y la memoria así
reactivada va acompañada de sentimientos de tristeza, ira, amargura y un sentido
de injusticia.
Con
frecuencia, lo primero que viene a la mente es la dificultad de perdonar al
otro. A menudo necesitamos más tiempo para centrar la atención en nuestras
propias acciones.
El
perdón, sin embargo, implica ambas caras de la moneda: perdonarse a uno mismo y
perdonar a los demás. En ambos casos, el objetivo es el mismo; no se trata de
negar la responsabilidad de ninguna de las partes, ni de olvidar el hecho, sino
de eliminar las impresiones energéticas que dejan huellas imperceptibles y que
se adhieren de manera negativa a nuestras vidas.
Perdonar
es darse permiso para dejar atrás el pasado
El
perdón no significa que lo aceptes todo, ni que niegues la responsabilidad de
quien te hirió, tampoco significa justificar o minimizar el daño que se ha
hecho. Lo que pasó, pasó, y nadie puede borrar esa acción que te perjudicó. Por
otro lado, todas las emociones que aún te hacen sufrir han de ser tratadas. Hay
que eliminar la huella que dejaron en tu cuerpo, tus emociones y tu energía.
El
perdón tiene un poder liberador tan grande que no usarlo es como decidir que
queremos seguir estancados en la culpa, la amargura o incluso la depresión. ¿Te
sirven de algo estos sentimientos?¡Por supuesto que no! Lo que hacen la mayoría
de las veces es atormentarte e impedirte seguir adelante. Deshaciéndote de
ellos podrás liberarte del pasado y arrojar luz sobre el presente, que es el
único momento sobre el que realmente tenemos poder. A cada instante estamos
rediseñando nuestro presente y definiendo nuestra realidad.
Si
en este preciso momento, aquí y ahora, decidimos liberarnos de recuerdos del
pasado que se han vuelto demasiado dolorosos, o de un patrón de comportamiento
que ya no nos sirve, tenemos el poder de hacerlo recurriendo a las energías de
la ley del perdón.
La
práctica del “cuenco de luz”
Los
hawaianos tienen una ventaja sobre nosotros: han aprendido desde la infancia a
despejar los pensamientos y acciones de cada día que podrían bloquear el fluir
de a vida. Para asegurarse de educar a los niños en este espíritu desde una
edad temprana, sus mayores les cuentan una historia que ha sido transmitida de
generación en generación durante siglos: el cuenco de luz.
Cada
niño nace con un cuenco de luz perfecto. Si aprende a apreciar esta luz en el
amor y el respeto por la vida, crecerá y llegará a ser fuerte y poderoso y a
estar en comunión con el universo. Será capaz de nadar con los tiburones,
cantar con los pájaros y tener una buena comprensión de todas las cosas. Pero
cada vez que un niño se deja arrastrar por el miedo, las preocupaciones, las
dudas o los pensamientos negativos, tiene que colocar una piedra en su cuenco
de luz. Y al hacerlo, pierde un poco de la luz, porque la luz y la piedra no
pueden ocupar el mismo espacio.
Con
el tiempo, si sigue añadiendo piedras al cuenco, este se llenará, dejará de
contener luz y el niño se convertirá en piedra.
Como
una piedra, el niño ya no podrá crecer ni salir a flote, ya no podrá hacer
ningún movimiento, se cortará el fluir de la vida. Pero si se cansa de ser una
piedra, solo tiene que perdonar a esa parte de sí mismo que llenó el cuenco con
piedras. Al hacerlo, da la vuelta al cuenco para que las piedras caigan al
suelo. La luz podrá entonces volver y brillar una vez más.
Los
sabios de las islas nos susurran al oído: “Solo cuando alcanzas ese estado
puede comenzar el proceso de limpieza. Por ahora, toda tu energía está
concentrada en un solo punto de vista. Nada más puede ocupar su lugar”.
La
mayoría de las veces, avanzamos sin tener las respuestas a nuestras preguntas,
por muy legítimas que sean. El consejo de los maestros hawaianos es entonces:
“Olvídate y deja que el universo se encargue”. Libérate de esta carga para
poder avanzar con un corazón ligero.
Cuando
la carga se vuelve muy pesada y no sabemos realmente por qué o cómo hemos
llegado a ese lugar, tenemos que perdonar a todos. Dejarlo en manos de los
poderes que están más allá de nuestra comprensión.
Sin
entender realmente como ocurrió, nos encontraremos un día enfrentados a la
misma situación, o cara a cara con quien nos hizo daño, y nos sorprenderá lo
diferente que vemos las cosas ahora.
El
dolor y la ira se habrán ido. Seremos capaces de “ver” la situación como un
mero observador, y ya no provocará emociones negativas en nosotros. Nos
liberaremos de ellas. Algo más positivo podrá ahora reemplazarlas.
En
entrevistas con Nancy Kahalewai, el tío Robert Keliihoomalu, un anciano de la
Isla Grande, declaró que le hacía gracia esta necesidad que tienen los
occidentales de entenderlo y analizarlo todo. Repitió que, para perdonar, para
dejar ir realmente lo que nos ha herido, simplemente tenemos que confiar esta
carga al universo.
Para
dejar que las leyes del mundo de las energías funcionen, suele decirles a
quienes conoce: “Si he hecho o dicho algo que te haya herido de alguna manera,
lo siento mucho”. No sabe si es el caso, pero hace una limpieza sistemática.
Quizá uno de sus antepasados hirió una vez a un antepasado de la persona a la
que se dirige; quizá perturbó su campo de energía. Como no lo sabe, repite con
regularidad esta limpieza para apaciguar lo que necesite ser apaciguado.
Para
él, como para muchos ancianos, entender el porqué y el cómo no tiene
importancia. Lo que es fundamental es decidir, de corazón, confiar al universo
todas las cosas que ha dicho o hecho y que puedan haber herido a quienes
conoció ese día o incluso a lo largo de toda su vida. Observa las estrellas del
cielo, se deja bañar por el aire de la noche, y luego “evoca” el perdón para sí
mismo y los demás. Cree que repetir esta práctica diariamente es indispensable
para mantener el corazón alegre.
También
entiende que a veces las cosas que la gente hace pueden parecer completamente
injustificadas. Así que está de acuerdo en mantener una mente abierta y aceptar
que probablemente nunca entenderá lo que suele llamar “el gran misterio”. Al
aceptar su falta de comprensión, también toma la decisión de perdonar, sin
estancarse en tratar de descubrir las razones que podrían haber llevado a
alguien a hacerle daño. Ya que ha llegado el momento de seguir adelante.
Si
el corazón se alinea con el pensamiento, si educamos toda nuestra voluntad para
que elija avanzar, entonces, dicen los sabios, el peso de nuestra carga
desaparecerá sin que ni siquiera podamos explicarnos cómo. ¡Es “el gran
misterio”! Sencillamente, veremos los efectos en nuestras vidas; puede que no
entendamos por qué la vida se ha vuelto más agradable, pero el hecho es que nos
sentiremos mejor con nosotros mismos, como si nos hubiéramos liberado de una
pesada carga de la que puede que ni siquiera fuésemos conscientes.
En
la práctica hawaiana, los ejercicios de respiración (ha) forman una parte
integral del proceso. Respirar profundamente calma la mente, y a continuación,
esta calma impregna nuestro cuerpo y nuestros pensamientos, ya que el aire
entra y sale de los pulmones. Cuando la mente está más calmada es el momento de
pronunciar algunas palabras elegidas, por ejemplo: “Aquí y ahora, elijo
perdonarme por lo que he dicho y hecho y por lo que no he dicho ni hecho. Este
perdón lo extiendo a mí, mis antepasados y mi futuro linaje. Elijo perdonar y
liberar todos los lazos invisibles que me mantenían atado al pasado y a la
gente que me hizo daño. No me guardo nada y libero todos los lazos que puedan
haber sido creados”.
Cada
uno tiene que encontrar las palabras que mejor se adapten a sí mismo. Una vez
que elijas tus propias palabras para invocar las energías del perdón, es
importante que las utilices tan a menudo como sea posible. Esta frase se
convertirá entonces en una especie de leitmotiv.