09 febrero 2021

Ho’oponopono Antigua práctica hawaiana de la gratitud y el perdón (Carole Berger)

Editorial Sirio, 2019

 

Aloha: Saludo en ti la energía universal; reconozco en ti más de lo que veo; reconozco en ti lo que también está en mi: la energía universal que fluye a través de nosotros y nos conecta. Vivir Aloha es tender un puente entre lo que veo (el cuerpo) y lo que no veo (la energía de la cual está compuesto). Seguir las enseñanzas de ho’oponopono es vivir cada momento en el mundo de las energías, aprovechándolas al máximo para estar en paz y avanzar en la senda vital; es comprender las leyes que rigen el mundo energético y sacar partido de ellas; es mostrar en cada pensamiento y acto una profunda reverencia por la vida en todas sus formas.

Ser pono es vivir en armonía con ellas. Es ser consciente en cada momento de estas leyes que gobiernan el reino invisible: leyes que nos arropan, nos nutren y nos permiten llenar, al fin, el vacío interior que nos causa tanto dolor.

La ley de la aceptación nos permite reconocer y aceptar que no vemos el “panorama general”, y por lo tanto somos incapaces de entender y controlar todo.

 

 

Practicar la transmutación de los pensamientos

Si dices “estoy harto”, la energía universal recibe una vibración particular que está ligada a esta emoción negativa. De hecho, al decir esto, estás atrayedo una gran cantidad de situaciones que te harán experimentar esta resonancia que has “solicitado”. (Según las leyes de las energías, cuando piensas algo es como si lo hubieras pedido).

Por lo tanto, se te presentarán otras oportunidades para decir “estoy harto” en tu vida diaria. El círculo vicioso solo cesará cuando “pidas” otra cosa: en cuanto tus pensamientos se dirijan a otro objetivo, se producirá otro resultado. ¡Tu realidad cambiará! Es como si te dijeran que para ganar, tienes que empezar por jugar. Para ver cambios en tu vida, debes comenzar por pensar y vivir “como si”; es decir, como si lo que quieres para tu vida ya estuviera allí.

La ley de la atracción hace real lo que piensas; da igual que hayas dicho “quiero” o hayas dicho “no quiero”. Por ejemplo, si piensas “quiero superar mis dificultades financieras”, estás pensando en “dificultades” y la ley de la atracción manifestará “dificultades” y el círculo vicioso continuará. En lugar de pensar en “dificultades”, piensa en “prosperidad”. Al principio, este ejercicio mental no es fácil, porque la mente nos lleva constantemente de vuelta a lo negativo, a lo que sea que esté arruinando nuestra vida.

La idea central es eliminar el “no” de tu pensamiento para pasar al otro lado y expresar el “sí”. Es posible invertir la tendencia de cada palabra negativa y convertirla en su contraparte positiva.

Vale la pena señalar que persistir en la lucha “contra” algo es un desperdicio de energía. Esta actitud nos lleva a prestar aún más atención a lo que queremos evitar. Nuestra forma de pensar, en ese momento, contribuye a “alimentar” lo que nos queremos, por lo que se produce el efecto contrario. Así que, en lugar de pensar o de decirte a ti mismo “estoy en contra de la guerra”, piensa “quiero la paz”. La clave es pensar en lo que deseas.

 

 

La sabiduría de los ancianos

Si, en lugar de enfadarte por lo que está sucediendo, decides callar cuando hubiera sido fácil dar una opinión, estarás empleando nuevas energías que conducirán a otros resultados. Y si el cambio no conduce a los resultados que esperabas, puedes cambiar las veces que sea necesario, hasta que las consecuencias de tus acciones, pensamientos o creencias te den el resultado “correcto”. No dejes que el pasado dicte cómo vivirás en el presente.

 

 

Purgar los recuerdos profundos con la ley del perdón

¿Qué hay de los “nudos” más grandes? Los nudos grandes son los que no se pueden deshacer solos: los mecanismos inconscientes muy profundos que originan un cierto malestar, un sentimiento de abandono, un miedo a afirmarse, una falta de confianza en sí mismo, pero también amargura, remordimiento y traumas pasados.

También pueden corresponder a recuerdos aún más antiguos, heredados de nuestros antepasados. Es aquí donde la benevolente energía del perdón puede hacer la limpieza por ti, ayudándote a liberarte de las más profundas impresiones de negatividad. Los sabios nos aseguran que “es suficiente” con confiar en el universo. ¡Pero aun así tenemos que hacerlo!

El perdón solo se produce cuando decimos “perdono”. ¡Esta palabra tiene fuertes connotaciones religiosas que a algunos podrían rechinarles! Pero la hemos usado tanto que hemos olvidado su verdadero significado. Tan pronto como se menciona la palabra perdón, la gente se pone a la defensiva: “¿Perdonar…? Qué fácil, ¿no?; ¿por qué debería perdonar a quien me ha hecho daño?”.

“¿Por qué hacer el esfuerzo de perdonar a alguien que ni siquiera acepta su responsabilidad por haberme herido? ¿Cómo puedo perdonar lo imperdonable? Es demasiado difícil, no quiero, no puedo…”. Inmediatamente pensamos que hemos sufrido; los acontecimientos pasados salen a la superficie y la memoria así reactivada va acompañada de sentimientos de tristeza, ira, amargura y un sentido de injusticia.

Con frecuencia, lo primero que viene a la mente es la dificultad de perdonar al otro. A menudo necesitamos más tiempo para centrar la atención en nuestras propias acciones.

El perdón, sin embargo, implica ambas caras de la moneda: perdonarse a uno mismo y perdonar a los demás. En ambos casos, el objetivo es el mismo; no se trata de negar la responsabilidad de ninguna de las partes, ni de olvidar el hecho, sino de eliminar las impresiones energéticas que dejan huellas imperceptibles y que se adhieren de manera negativa a nuestras vidas.

 

 

Perdonar es darse permiso para dejar atrás el pasado

El perdón no significa que lo aceptes todo, ni que niegues la responsabilidad de quien te hirió, tampoco significa justificar o minimizar el daño que se ha hecho. Lo que pasó, pasó, y nadie puede borrar esa acción que te perjudicó. Por otro lado, todas las emociones que aún te hacen sufrir han de ser tratadas. Hay que eliminar la huella que dejaron en tu cuerpo, tus emociones y tu energía.

El perdón tiene un poder liberador tan grande que no usarlo es como decidir que queremos seguir estancados en la culpa, la amargura o incluso la depresión. ¿Te sirven de algo estos sentimientos?¡Por supuesto que no! Lo que hacen la mayoría de las veces es atormentarte e impedirte seguir adelante. Deshaciéndote de ellos podrás liberarte del pasado y arrojar luz sobre el presente, que es el único momento sobre el que realmente tenemos poder. A cada instante estamos rediseñando nuestro presente y definiendo nuestra realidad.

Si en este preciso momento, aquí y ahora, decidimos liberarnos de recuerdos del pasado que se han vuelto demasiado dolorosos, o de un patrón de comportamiento que ya no nos sirve, tenemos el poder de hacerlo recurriendo a las energías de la ley del perdón.

La práctica del “cuenco de luz”

Los hawaianos tienen una ventaja sobre nosotros: han aprendido desde la infancia a despejar los pensamientos y acciones de cada día que podrían bloquear el fluir de a vida. Para asegurarse de educar a los niños en este espíritu desde una edad temprana, sus mayores les cuentan una historia que ha sido transmitida de generación en generación durante siglos: el cuenco de luz.

Cada niño nace con un cuenco de luz perfecto. Si aprende a apreciar esta luz en el amor y el respeto por la vida, crecerá y llegará a ser fuerte y poderoso y a estar en comunión con el universo. Será capaz de nadar con los tiburones, cantar con los pájaros y tener una buena comprensión de todas las cosas. Pero cada vez que un niño se deja arrastrar por el miedo, las preocupaciones, las dudas o los pensamientos negativos, tiene que colocar una piedra en su cuenco de luz. Y al hacerlo, pierde un poco de la luz, porque la luz y la piedra no pueden ocupar el mismo espacio.

Con el tiempo, si sigue añadiendo piedras al cuenco, este se llenará, dejará de contener luz y el niño se convertirá en piedra.

Como una piedra, el niño ya no podrá crecer ni salir a flote, ya no podrá hacer ningún movimiento, se cortará el fluir de la vida. Pero si se cansa de ser una piedra, solo tiene que perdonar a esa parte de sí mismo que llenó el cuenco con piedras. Al hacerlo, da la vuelta al cuenco para que las piedras caigan al suelo. La luz podrá entonces volver y brillar una vez más.

 


Los sabios de las islas nos susurran al oído: “Solo cuando alcanzas ese estado puede comenzar el proceso de limpieza. Por ahora, toda tu energía está concentrada en un solo punto de vista. Nada más puede ocupar su lugar”.

La mayoría de las veces, avanzamos sin tener las respuestas a nuestras preguntas, por muy legítimas que sean. El consejo de los maestros hawaianos es entonces: “Olvídate y deja que el universo se encargue”. Libérate de esta carga para poder avanzar con un corazón ligero.

Cuando la carga se vuelve muy pesada y no sabemos realmente por qué o cómo hemos llegado a ese lugar, tenemos que perdonar a todos. Dejarlo en manos de los poderes que están más allá de nuestra comprensión.

Sin entender realmente como ocurrió, nos encontraremos un día enfrentados a la misma situación, o cara a cara con quien nos hizo daño, y nos sorprenderá lo diferente que vemos las cosas ahora.

El dolor y la ira se habrán ido. Seremos capaces de “ver” la situación como un mero observador, y ya no provocará emociones negativas en nosotros. Nos liberaremos de ellas. Algo más positivo podrá ahora reemplazarlas.

En entrevistas con Nancy Kahalewai, el tío Robert Keliihoomalu, un anciano de la Isla Grande, declaró que le hacía gracia esta necesidad que tienen los occidentales de entenderlo y analizarlo todo. Repitió que, para perdonar, para dejar ir realmente lo que nos ha herido, simplemente tenemos que confiar esta carga al universo.

Para dejar que las leyes del mundo de las energías funcionen, suele decirles a quienes conoce: “Si he hecho o dicho algo que te haya herido de alguna manera, lo siento mucho”. No sabe si es el caso, pero hace una limpieza sistemática. Quizá uno de sus antepasados hirió una vez a un antepasado de la persona a la que se dirige; quizá perturbó su campo de energía. Como no lo sabe, repite con regularidad esta limpieza para apaciguar lo que necesite ser apaciguado.

Para él, como para muchos ancianos, entender el porqué y el cómo no tiene importancia. Lo que es fundamental es decidir, de corazón, confiar al universo todas las cosas que ha dicho o hecho y que puedan haber herido a quienes conoció ese día o incluso a lo largo de toda su vida. Observa las estrellas del cielo, se deja bañar por el aire de la noche, y luego “evoca” el perdón para sí mismo y los demás. Cree que repetir esta práctica diariamente es indispensable para mantener el corazón alegre.

También entiende que a veces las cosas que la gente hace pueden parecer completamente injustificadas. Así que está de acuerdo en mantener una mente abierta y aceptar que probablemente nunca entenderá lo que suele llamar “el gran misterio”. Al aceptar su falta de comprensión, también toma la decisión de perdonar, sin estancarse en tratar de descubrir las razones que podrían haber llevado a alguien a hacerle daño. Ya que ha llegado el momento de seguir adelante.

 

 

Si el corazón se alinea con el pensamiento, si educamos toda nuestra voluntad para que elija avanzar, entonces, dicen los sabios, el peso de nuestra carga desaparecerá sin que ni siquiera podamos explicarnos cómo. ¡Es “el gran misterio”! Sencillamente, veremos los efectos en nuestras vidas; puede que no entendamos por qué la vida se ha vuelto más agradable, pero el hecho es que nos sentiremos mejor con nosotros mismos, como si nos hubiéramos liberado de una pesada carga de la que puede que ni siquiera fuésemos conscientes.

En la práctica hawaiana, los ejercicios de respiración (ha) forman una parte integral del proceso. Respirar profundamente calma la mente, y a continuación, esta calma impregna nuestro cuerpo y nuestros pensamientos, ya que el aire entra y sale de los pulmones. Cuando la mente está más calmada es el momento de pronunciar algunas palabras elegidas, por ejemplo: “Aquí y ahora, elijo perdonarme por lo que he dicho y hecho y por lo que no he dicho ni hecho. Este perdón lo extiendo a mí, mis antepasados y mi futuro linaje. Elijo perdonar y liberar todos los lazos invisibles que me mantenían atado al pasado y a la gente que me hizo daño. No me guardo nada y libero todos los lazos que puedan haber sido creados”.

Cada uno tiene que encontrar las palabras que mejor se adapten a sí mismo. Una vez que elijas tus propias palabras para invocar las energías del perdón, es importante que las utilices tan a menudo como sea posible. Esta frase se convertirá entonces en una especie de leitmotiv.

1 comentario:

Elena Tova dijo...

Que sabías palabras, reconfortantes ideas. Consejos esperanzadores. Hoy empiezo a trabajar mis pensamientos y soltar lastres negativos. Hoy perdono. GRACIAS AMIGA MIA. TE ECHAMOS DE MENOS EN ESTE HOGAR