En: Narraciones de Ciencia Ficción
Ed. Edalsa, 1973
Hay una cualidad vocal propia de los hombres y una cualidad vocal propia de las bestias; y nada más terrible que oir una de ellas cuando el órgano de donde proviene debería emitir la otra. Una furia animal y una licencia orgiástica se exacerbaban allí hasta alcanzar alturas demoníacas, con gritos y aullidos extáticos que reverberaban en los bosques tenebrosos como ráfagas pestilenciales surgidas de los abismos del infierno. De vez en cuando cesaban los gritos y lo que parecía un coro de voces roncas entonaba la odiosa melopea:
Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu
R’lyeh wgah?nagl fhtagn
R’lyeh wgah?nagl fhtagn
El Vigilant zarpó de Valparaíso el 25 de marzo, y el 2 de abril fue alejado considerablemente de su curso, en dirección sur, por excepcionales tormentas y enormes olas. El 12 de abril avistó el buque a la deriva. En apariencia había sido abandonado, pero luego se descubrió que llevaba un sobreviviente en estado de delirio y un hombre muerto por lo menos desde hacía una semana.
Las calderas habían quedado funcionando a pesar de que todos habían bajado a tierra, y bastaron unos pocos segundos de frenéticas corridas entre ruedas y motores para poner en marcha el Alert lentamente, entre los horrores distorsionados de esa escena indescriptible, la hélice comenzó a golpear las aguas. Mientras tanto, en la costa mortal, sobre aquellas construcciones que no eran de este mundo, el monstruo gigantesco venido de las estrellas emitía unos gritos inarticulados, como Polifemo al maldecir el veloz navío de Ulises. En seguida, con más audacia que los cíclopes de la leyenda, el gran Cthulhu penetró en las aguas e inició la persecución con unos golpes que levantaron unas enormes olas. Briden volvió la vista y enloqueció. Desde entonces rió a intervalos hasta que la muerte lo alcanzó en su cabina mientras Johansen vagaba delirando de un lado a otro.