18 marzo 2008

Jack London (Amor a la vida)


Ed. Akal, 1985


Relatos en esta edición: Amor a la vida / Diable, un perro / Una odisea del norte / Al hombre en camino / Hacer una hoguera


Algunos fragmentos:

El hombre sabía que las bayas no alimentaban, pero las mascaba pacientemente, con una esperanza que superaba al conocimiento y desafiaba a la experiencia.

Y entonces llegó Leclère el Negro, a posar su pesada mano sobre el pedazo de palpitante vida de cachorro, para apretarla, pincharla y moldearla hasta llegar a convertirla en una gran bestia erizada, experta en bellaquería, rebosante de odio, siniestra, malvada y diabólica. Con un amo apropiado el cachorro hubiera podido llegar a ser un perro de trineo bastante normal, eficiente. Nunca tuvo esa oportunidad, Leclère se limitó a confirmarle en su congénita iniquidad.

17 marzo 2008

Clifford D. Simak (El tiempo es lo más simple)



“Time is the simplest thing”
EDHASA, 1964 (Nebulae)

- La muerte como propósito – continuó Blaine -. La muerte es un proceso, una función que ha causado la evolución y el desarrollo de las especies, y la diferenciación de tales especies sobre mi planeta. Ello significa el término. Es como algo que borra todas las equivocaciones, disipa todos los errores, para dar lugar a nuevos comienzos…

- No me refería a eso – dijo Blaine -. Me refería al tiempo. Yo… quiero decir, nosotros dos… tenemos cierto control sobre el tiempo. Por dos veces me ha salvado la vida.
- Ahí lo tienes – dijo el Color de Rosa -. El conocimiento está en tu mente. Sólo tienes que hallarlo.
- Pero el tiempo…
- El tiempo – dijo la criatura – es la cosa más simple que hay. Yo te diré…

- Con Godfrey fue diferente. Fue algo que comprendió y reconoció demasiado bien. Era la bondad absoluta.
- ¡La bondad!
- Un mundo débil – añadió Harriet -, una clase especial de mundo fantástico, mortecino y feliz.
- La bondad – repitió nuevamente Blaine, dándole vueltas a la palabra como si quisiera captar su olor y su sabor.

Miguel Delibes (Los santos inocentes)

Seix Barral, 1985

¿y qué me dices de tu cuñado, Paco, ese retrasado, el de la granja? Tú me dijiste una vez que con el palomo podía dar juego, y Paco, el Bajo, ladeó la cabeza,
el Azarías es inocente, pero pruebe, mire, por probar nada se pierde,
volvió los ojos hacia la fila de casitas molineras, todas gemelas, con el emparrado sobre cada una de las puertas, y voceó,
¡Azarías!
y, al cabo de un rato, se personó el Azarías, el pantalón por las corvas, la sonrisa babeante, masticando la nada, …

16 marzo 2008

Ribeyro, Valdelomar, Alegría, Arguedas, Zavaleta, Vargas Llosa (Los Gallinazos sin plumas - Cuentos del Perú)

Minilibros, Ed. Quimantu, 1973

El Cristo Villenas
Carlos Zavaleta

- ¡Eso es! A ver… ¡ustedes! – nos llamó en voz alta -. ¡Pasen los que estén en la puerta! – Dudosos entramos al fin -. ¡Siéntense! – mandó, antes de añadir -: Y ahora, abran bien las orejas…
- Se volvió hacia el alumno a quien interrogaba:
- Repite lo que has dicho. ¿Quiénes fueron los padres de Cristo?
El muchacho no cabía en sí de gozo.
- San José y la Virgen María.
- Pero ¿fue hijo de Dios?
- Si, señor.
- ¿Dónde nació?
- En Belén.
- ¿Por qué murió?
- Por salvarnos a todos.
-Así es. ¿Y cómo murió?
- Quemado, señor.
Tras una pausa, el maestro se irguió.
-¿Qué dices…? ¿Tal vez cayó en un perol de chicha?
- No, señor.
- ¿No se llamaba Villenas?
- ¡Oh, no, señor!
- ¿Y entonces?
- Se quemó.
- ¿Y murió aquí en Sihuas?
- No, señor. Se quemó, se llenó de ampollas y murió cuando volvía de hacer un milagro. Volvía a caballo, señor.
El maestro quedó buen rato en silencio.- Vete… - le dijo.