31 diciembre 2007

Malba Tahan (El hombre que calculaba, 1949)

Ediciones Universales-Bogotá

-Cuando miramos hacia el cielo en una noche en calma y límpida, sentimos que nuestra inteligencia es incapaz para comprender la obra maravillosa del Creador. Ante nuestros ojos pasmados, las estrellas forman una caravana luminosa que desfila por el desierto insondable del infinito, ruedan las nebulosas inmensas y los planetas, siguiendo leyes eternas, por los abismos del espacio, y surge ante nosotros una idea muy nítida: la noción de “número”.
Vivió antaño en Grecia, cuando aquel país estaba dominado por el paganismo, un filósofo notable llamado Platón. Consultado por un discípulo sobre las fuerzas dominantes de los destinos de los hombres, el sabio respondió: “Los números gobiernan el mundo”.
Realmente. El pensamiento más simple no puede ser formulado sin encerrar en él bajo múltiples aspectos, el concepto fundamental de número.

Medir es comparar. Sólo son, sin embargo, susceptibles de medida las magnitudes que admiten un elemento como base de comparación. ¿Será posible medir la extensión del espacio? De ninguna maneta. El espacio es infinito, y siendo así, no admite término de comparación. ¿Será posible medir la Eternidad? De ninguna manera. Dentro de las posibilidades humanas, el tiempo es siempre infinito y en el cálculo de la Eternidad no puede lo efímero servir de unidad de medida.
En muchos casos, sin embargo, nos será posible representar una dimensión que no se adapta a los sistemas de medidas por otra que puede ser estimada con seguridad. Esa permuta de dimensiones, con vistas a simplificar los procesos de medida, constituye el objeto principal de una ciencia que los hombres llaman Matemáticas.
Para alcanzar nuestro objetivo, la Matemática tiene que estudiar los números, sus propiedades y transformaciones. Esta parte toma el nombre de Aritmética. Conocidos los números, es posible aplicarlos a la evaluación de dimensiones que varían o que son desconocidas, pero que se pueden representar por medio de relaciones y fórmulas. Tenemos así el Álgebra. Los valores que medimos en el campo de la realidad son representados por cuerpos materiales o por símbolos; en cualquier caso, estos cuerpos o símbolos están dotados de tres atributos: forma, tamaño y posición. Es importante, pues, estudiar tales atributos. Eso constituirá el objeto de la Geometría.


La Matemática enseña al hombre a ser sencillo y modesto; es la base de todas las ciencias y todas las artes. Aldebazan, rey de Iraq, descansando cierta vez en la galería de su palacio, soñó que encontraba siete jóvenes que caminaban por una senda. En cierto momento, vencidas por la fatiga y por la sed, las jóvenes se detuvieron bajo el ardiente sol del desierto. Surgió, entonces, una hermosa princesa que se aproximó a las peregrinas, llevándoles un gran cántaro de agua pura y fresca. La bondadosa princesa sació la sed que devoraba a las jóvenes, y éstas pudieron reanudar su interrumpida jornada.
Al despertar, impresionado por ese curioso sueño, decidió Aldebazan entrevistarse con un astrólogo famoso, llamado Sanib, al cual consultó sobre el significado de aquella escena a la que él –rey poderoso y justo- asistiera en el mundo de las visiones y fantasías. Dijo Sanib, el astrólogo: “¡Señor!, las siete jóvenes que caminaban por la senda, eran las artes divinas y las ciencias humanas; la Pintura, la Música, la Escultura, la Arquitectura, la Retórica, la Dialéctica y la Filosofía. La princesa que las socorrió representa la grande y prodigiosa Matemática”. “Sin el auxilio de la Matemática –prosiguió el sabio- las artes no pueden progresar, y todas las otras ciencias perecen”.

La envidia, cuando se apodera de un hombre, abre en su alma el camino a todos los sentimientos despreciables y torpes.

Por tener tan alto valor en el desarrollo de la inteligencia y del raciocinio, la Matemática es uno de los caminos más seguros para llevar al hombre a sentir el poder del pensamiento, la magia del espíritu.

-Cuídate –aconsejó- de los juicios hechos en un momento de arrebato, porque éstos desfiguran muchas veces la verdad. Aquel que mira a través de un vidrio de color, ve todas las cosas del color de ese vidrio. El apasionamiento es para nosotros, lo que el color del vidrio para los ojos. Si alguien nos agrada, todo lo aplaudimos y disculpamos; si, por el contrario, nos molesta, todo lo condenamos o interpretamos de modo desfavorable.

Loco es aquel que se considera sabio cuando sólo mide la extensión de su ignorancia.

-Erra, por cierto, gravemente, aquel que hesita en perdonar; erra, no obstante, mucho más aún, a los ojos de Dios, aquel que condena sin hesitar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leí esta obra y me dejó muchas enseñansas, a mí que las matemáticas no fue una buena experiencia. Me ha servido los fragmentos.

Victoria dijo...

Me alegra mucho :-)