Quimanú, 1973
Son 4 cuentos:
1. Cuando son contratados para cambiarles el color a los congrios negros en el galpón de La cicatriz con eco en el puerto de San Vicente.
2. Cuando El Saludito llega a un hotel buscando pieza para acostarse con una perica y entabla amistad con el marinero Subiabre y su mujer, la Margarita, madre de la guagua, y terminan como padrinos.
3. Cuando el Trúbico intenta darle un giro distinto a su negocio y en compañía de La chalupa pi empieza a fabricar ataúdes a medida, para mal de los difuntos y también de los deudos.
4. Cuando El Salustio y El Trúbico demuestran sus conocimientos científico-electrónicos y arreglan la olla a presión, dejando la escoba correspondiente.
- La vi y dije: tate. Esta es a perica que me había recomendado el médico. ¿Y usted no se compadecería de este enfermo?
La mesonera se arregló el moño, buscándose el rostro en un reflejo del vidrio de una de las ventanas.
- Oiga, esos ojitos que tiene usted. Tan grandes y del mismo color. Parece que fue la primera en llegar a la repartija.
- No se juegue ah.
- Y como si fuera poco, los tiene a cada lado de la cara.
- ¿Por qué no se va a chacotear a otra parte?
- Y esa naricita con los dos hoyitos pa arriba. Ni que se la hubieran dibujado.
- Tómese tranquilo su pílser y no venga a reírse de una.
- No le estoy diciendo. Y la casualidad pa grande que tenga la espalda en la parte de atrás.
- Me está cayendo mal, fíjese.
- ¡Y esos trutros!, y pa más recacha los dos le llegan al suelo.
- El güen ojo que tiene. ¿Dónde aprendió a decir tantas leseras juntas?
- ¡Y si así son los rieles, cómo será la estación!
- Córtela, le digo.
- ¿Y el saldo que se ve es de verdad?
- ¡La preguntita suya! Mire que no va a ser de verdad.
- ¿Por qué no me deja que la atoque pa desengañarme por mí mismo? La criatura en todo caso no se le va a morir de hambre.
- ¿Qué es lo que está diciendo? A usted le dan la mano y se toma el resto.
2. Cuando El Saludito llega a un hotel buscando pieza para acostarse con una perica y entabla amistad con el marinero Subiabre y su mujer, la Margarita, madre de la guagua, y terminan como padrinos.
3. Cuando el Trúbico intenta darle un giro distinto a su negocio y en compañía de La chalupa pi empieza a fabricar ataúdes a medida, para mal de los difuntos y también de los deudos.
4. Cuando El Salustio y El Trúbico demuestran sus conocimientos científico-electrónicos y arreglan la olla a presión, dejando la escoba correspondiente.
- La vi y dije: tate. Esta es a perica que me había recomendado el médico. ¿Y usted no se compadecería de este enfermo?
La mesonera se arregló el moño, buscándose el rostro en un reflejo del vidrio de una de las ventanas.
- Oiga, esos ojitos que tiene usted. Tan grandes y del mismo color. Parece que fue la primera en llegar a la repartija.
- No se juegue ah.
- Y como si fuera poco, los tiene a cada lado de la cara.
- ¿Por qué no se va a chacotear a otra parte?
- Y esa naricita con los dos hoyitos pa arriba. Ni que se la hubieran dibujado.
- Tómese tranquilo su pílser y no venga a reírse de una.
- No le estoy diciendo. Y la casualidad pa grande que tenga la espalda en la parte de atrás.
- Me está cayendo mal, fíjese.
- ¡Y esos trutros!, y pa más recacha los dos le llegan al suelo.
- El güen ojo que tiene. ¿Dónde aprendió a decir tantas leseras juntas?
- ¡Y si así son los rieles, cómo será la estación!
- Córtela, le digo.
- ¿Y el saldo que se ve es de verdad?
- ¡La preguntita suya! Mire que no va a ser de verdad.
- ¿Por qué no me deja que la atoque pa desengañarme por mí mismo? La criatura en todo caso no se le va a morir de hambre.
- ¿Qué es lo que está diciendo? A usted le dan la mano y se toma el resto.
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