04 febrero 2008

Jorge Luis Borges (El Aleph, 1949)


(Ercilla, 1984)

El inmortal

Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo; consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales y de indeclinables epítetos. Así fueron muriendo los días y con los días los años, pero algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana. Llovió, con lentitud poderosa.

Emma Zunz

El 14 de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida.

El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos.

Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.

La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsos las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.

El Zahir

Insomne, poseído, casi feliz, pensé que nada hay menos material que el dinero, ya que cualquier moneda es, en rigor, un repertorio de futuros posibles.

El Aleph

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación.

4 comentarios:

CDoebbelH dijo...

Que poderoso es ese párrafo. Lo he leido mil veces desde que abrí por primera vez un ejemplar del Aleph...

Victoria dijo...

el de "El Aleph" cierto? ufff increíble... M también lo ha leido como 1000 veces.
Saludos!

Luis I. Rodríguez B. dijo...

La inmensidad literaria de Borges transforma el espíritu y conlleva un acercamiento al devenir humano. El hombre debe aprender a descubrir y a esclarecer el lenguaje, valiente tarea la que nos dejó el maestro.

luisaramos 1609 dijo...

que clase de texto es lo necesitó para mi tarea ayúdenme