04 septiembre 2008

Kurt Vonnegut (Dios le bendiga Mr. Rosewater o “echando margaritas a los puercos”, 1965)


(God bless you, Mr. Rosewater)
Ed. Bruguera, 1977

Acuñó una palabra nueva para la enfermedad de Silvia: “Samaritrofia”, que significaba, en su opinión: “indiferencia histérica ante el dolor de los que son menos afortunados que uno mismo”.

Entonces me propuse, como meta de mis tratamientos, mantener prisionera a la conciencia, pero alzar un poco la tapa de la mazmorra de modo que sus gritos se oyeran a penas, cosa que conseguí con algunas pruebas y errores, mediante la quimioterapia y el shock. No me sentí orgulloso, pues había transformado a una mujer muy profunda en un ser anodino, había bloqueado los ríos subterráneos que podían conectarla con los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, dejándola muy satisfecha de ser una piscinita de un metro de largo por diez centímetros de profundidad, pintadita de azul y con agua purificada con cloro.

Nosotros no meamos en sus ceniceros.
Así que, por favor, no tire cigarrillos en nuestros retretes.

Una de sus obras favoritas de Kilgore Trout trataba únicamente de la ingratitud. Se titulaba “El primer Tribunal Federal de Gracias”, y era un tribunal ante el que se podía llevar a los que no se hubieran mostrado suficientemente agradecidos por algo que uno les había hecho. Si el acusado perdía el caso, el tribunal le daba a elegir entre dar las gracias al demandante en público o ir a prisión, incomunicado a pan y agua, durante un mes. Según Trout, el ochenta por ciento de los convictos elegían la celda.

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